Melón

El melón pertenece a la familia de las cucurbitáceas, lo que lo emparenta con el pepino, la calabaza y el calabacín.

Hoy se trata de uno de los frutos más grandes, con un peso que oscila entre los 700 g y los 4 kg. La corteza varía en textura y color (verde, amarilla, anaranjada o incluso blanca), al igual que la pulpa (de blanco amarillento a naranja, pasando por verde).

El melón contiene mucha agua, alrededor de un 85%.

Otra de sus virtudes es su elevado contenido en betacaroteno (en el organismo se convierte en vitamina A), y vitaminas C y B9.  Tanto la vitamina A como la C son antioxidantes y refuerzan el sistema inmunitario.

El melón destaca en potasio, que explica su efecto diurético y contiene algo de fósforo, calcio y magnesio.

Cómo conservar y consumir

En caso de que aún esté algo verde, lo podemos almacenar en un lugar aireado y fresco hasta que se madure. Sin embargo, una vez maduro debe consumirse pronto.

Lo mejor es conservarlo en el frigorífico, aunque solo por unos pocos días y cubrirlo con un film transparente para evitar que se impregne de otros aromas.

La forma más habitual de consumir el melón en su estado natural es como fruta de sobremesa. Sin embargo, se presta muy bien a infinidad de preparados tanto dulces como salados.

Es ideal para elaborar compotas, mermeladas, cremas, sorbetes o zumos, y cada vez es más frecuente su empleo en aperitivos a modo de tentempié o como ingrediente de lujo en coloridas brochetas.

Foto: Pasja1000 en Pixabay. – Fuente: Cuerpomente.