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El hambre ha aumentado en los últimos años

Se acaba de publicar el informe anual El Estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo que desde hace uno años elaboran de forma conjunta varias organizaciones: la Organización Mundial de Alimentación y Agricultura (FAO), Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIAD), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) que muestra que el hambre ha aumentado en los últimos años.

Este año la tesis del documento gira en torno a la “Transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables”.

Para el informe de este año se han actualizado los datos, esto ha supuesto que haya disminuido de forma relativa el número de personas subalimentadas en el mundo. A pesar de este dato, como en años anteriores, las cifras muestran que el número de personas afectadas por el hambre ha ido aumentado desde el año 2014. 690 millones de personas eran víctimas del hambre en el 2019, 10 millones de personas más que el año anterior. 381 millones de habitantes son de Asia y 250 de África.

El aumento de la inseguridad alimentaria se debe al mayor número de conflictos que se han producido en los últimos años, agravados por desastres extremos relacionados con el clima. En cirsuctancias pacíficas la desaceleración económica ha afectado a las personas más vulnerables que no pueden acceder con normalidad a los alimentos.

Se calcula que 2.000 millones de personas en el mundo no disponían de acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes en 2019. Unos datos que muestran que no estamos en camino de lograr el ODS2 – Hambre Cero.

La malnutrición en todas sus formas sigue siendo un desafío, y aunque ha habido progresos en relación con el retraso del crecimiento infantil, la insuficiencia ponderal y la lactancia materna exclusiva, el ritmo es demasiado lento. En relación con el sobrepeso infantil no han habido mejoras y la obesidad en adultos está aumentando en todas las regiones.

Actualmente millones de personas encuentran dificultades para acceder alimentos, pero además encuentran dificultades para conseguir alimentos saludables. Solo en Asia y en los países de ingresos medianos altos existen suficientes frutas y hortalizas disponibles para el consumo humano que permitan cumplir la recomendación de la FAO y la OMS de consumir un mínimo de 400 g por persona al día.

Más de 3.000 millones de personas en el mundo no pueden acceder a dietas saludables. Las dietas saludables son hasta cinco veces más costosas que las dietas que solo satisfacen las necesidades energéticas.

Las dietas tienen también costes ocultos. Los más importantes están relacionados con las consecuencias para la salud (ODS 3) y para el clima (ODS 13) de los alimentos que consumimos y de los sistemas alimentarios que los suministran. Se prevé que los costes sanitarios relacionados con la dieta superen los 1,3 billones de USD al año para 2030 y se estima que los costos sociales relacionados con la dieta (las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a los hábitos alimenticios de hoy) superarán los 1,7 billones de USD al año para 2030. Si desarrollamos dietas saludables el coste sanitario podría bajar un 97% y el coste social de un 41-74%.

Promover dietas saludables implica bajar el precio de los alimentos, una solución que requiere transformaciones en los sistemas alimentarios, con soluciones adaptadas a los diferentes contextos y con diferentes compensaciones para los países.

En el informe se explica por qué el desperdicio de alimentos afecta al coste de los alimentos a lo largo de la cadena. Reducir las pérdidas de alimentos en la fase de la producción en los sectores agrícola, pesquero y forestal constituye un punto de partida para reducir el coste de los alimentos nutritivos a lo largo de la cadena de suministro de alimentos. Las pérdidas reducen la disponibilidad general de estos alimentos, al tiempo que posiblemente perjudican la sostenibilidad ambiental.

Las causas de las pérdidas son varias: exposición a condiciones meteorológicas adversas, las prácticas de cosecha, la manipulación y las dificultades de comercialización. También las condiciones de almacenamiento inadecuadas El almacenamiento en frío puede evitar que los alimentos se estropeen y también una buena infraestructura para el transporte y la logística comercial.

Los países tienen que cambiar las políticas e incentivos agrícolas para implementar medidas de inversión y políticas que tengan en cuenta la nutrición en toda la cadena de suministro, reduciendo las pérdidas de alimentos y potenciando la eficiencia en todas las fases.

Debemos además tener en cuenta las consecuencias del COVID-19. En el informe se estima que las consecuencias de la pandemia pueden arrastar entre 83 y 132 millones de personas al número total de personas subalimentadas en el mundo en 2020.

Nuestro sistema alimentario necesita una transformación urgente para lograr un sistema alimentario que ofrezca dietas saludables y asequibles para todas las personas.

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