El boniato es un tubérculo. Se obtiene de una planta trepadora originaria de climas cálidos, por lo que el punto justo para recolectarlo y degustarlo suele estar entre otoño e invierno.
La densidad nutritiva del boniato es muy alta. Sus nutrientes mayoritarios son los hidratos de carbono, compuestos por igual por almidones complejos y azúcares simples.
Pese a su dulzor, su carga glucémica estimada (cocido o asado) es de 7, lo que indica que la glucosa pasa lentamente a la sangre sin provocar subidas bruscas de insulina.
Es rico en provitamina A en forma de betacaroteno. También destaca su contenido en vitaminas C, B6, B5, B1 y B2. En cuanto a minerales, sobresale su aporte de manganeso, potasio, cobre y hierro.
Cómo conservar y consumir
Se deben manipular con cuidado, sin golpearlos. No deben dejarse en bolsas de plástico y se guardan en un sitio algo húmedo, ventilado y fresco, donde podrán conservarse hasta una semana.
No se debe cocinar crudo. Quienes nunca lo hayan cocinado, pueden hacer lo mismo que con una patata. Normalmente se asa o se cuece entero y con la piel, que después se retira, aunque también puede pelarse previamente.
En cuanto a los tipos de recetas que se pueden elaborar muchas: en sopas y cremas; templado o frío en ensalada; en tortillas y revueltos; con legumbres y en pucheros y potajes de todo tipo; cortado en pequeños trozos, escaldado y salteado al estilo oriental; en empanadas, croquetas…
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Fuente: Cuerpomente